Dolina - El contestador de Reportajes
Alejandro Dolina, Crónicas del Angel Gris, 16
El contestador de Reportajes
Un reportaje es de por sí una cosa muy extraña. Si a un griego del
Siglo de Oro le mostráramos la televisación de una entrevista se sorprendería
menos de la existencia de un aparato capaz de transmitir las imágenes, que de la
insólita conversación entre dos personas que se conducen como si estuvieran
solas, aun cuando saben que son vistas y oídas por muchedumbres.
También se asombraría nuestro amigo griego del interés de las gentes de
hoy por conocer los costados menos notables de los hombres famosos: sus
preferencias cromáticas, los horarios de sus comidas o la duración de sus
siestas.
El memorable Adelmo Ramos supo advertir estos aspectos ridículos de
todo reportaje, pero también se dio cuenta de algo más profundo: una entrevista
periodística es un intento de descripción de un alma humana. Por lo tanto, su
esencia no está demasiado lejos de lo artístico.
Y precisamente la gran empresa de Ramos fue convertir el reportaje en
una rama del arte. Es cierto que fracasó. Pero su intuición genial señaló la
existencia de una puerta que nadie había notado antes.
La carrera del contestador de reportajes no es sencilla.
El primer obstáculo reside en el empecinamiento de los periodistas en
formular preguntas tan sólo a los hombres que han alcanzado la notoriedad. De
aquí se desprende que todo aquel que sienta la vocación de someterse a
interrogatorios públicos deberá, en primer lugar, conquistar la fama. Ésta es
una tarea que lleva años y que no siempre es coronada por el éxito. Es probable
que muchos músicos, científicos y cineastas que nos deslumbran con sus
realizaciones no persigan en realidad otro objetivo que el de contestar
reportajes.
Y aquí aparece otro inconveniente: tal vez muchos grandes contestadores
sean recordados como actores, pintores o entrealas derechos, olvidando la
destreza principal.
Adelmo Ramos tomó en cuenta todas estas verdades y resolvió —con todo
acierto — prescindir de la primera etapa. Renunció a los transitados caminos
que conducen al renombre. No fue cantor de boleros, ni político, ni mansflora.
Fue tan sólo (y de qué manera) contestador de reportajes.
En este punto caben las infaltables objeciones, polémicas y zonas
oscuras que nunca faltan en las historias de Flores.
Hay quienes creen recordar que Ramos fue cantor de la orquesta de
Anselmo Graciani, el célebre bandoneonista zurdo que se hacía construir los
instrumentos al revés.
Otros lo suponen periodista de la menesterosa revista Expiraciones y
hasta refieren una historia no demasiado original, según la cual Ramos, no
teniendo a quién entrevistar, resolvió publicar un reportaje a sí mismo. Nada
de esto consta. En cambio existen pruebas, a mi juicio incontestables, de que
el primer reportaje a Adelmo Ramos fue realizado por el polígrafo de Flores
Manuel Mandeb.
Tal entrevista no fue publicada jamás, pero sus pormenores aparecen en
el penoso libro de Mandeb cuyo título es Personajes de la calle Artigas entre
el 400 y el 1100.
Se trata de una obra más cercana al catálogo que a la descripción
psicológica. Está ordenada según la numeración de la calle y al llegar al 860
encontramos estos párrafos:
«Artigas 860. Ramos, Adelmo. Célebre contestador de reportajes. Yo
mismo le hice el primero. Fue una tarde de otoño, me acuerdo. Yo caminaba por
Yerbal pisando hojas secas y gozando con su crujido. No estaba de muy buen
humor, pues muchas hojas caían demasiado tiernas y no se quejaban
satisfactoriamente ante mis pisotones. No sé en qué esquina se me apareció
Ramos. »
—¿Usted es Mandeb? —me dijo.
—Servidor.
—Vea, necesito que me haga un reportaje.
—No soy periodista —le informé.
—Lo será. Hágame el favor, pregúnteme algo.
Recordé entonces ciertas lecturas que a modo de ejercicio disciplinario
me había impuesto algunos meses atrás. Entonces di comienzo a la interviú, que
fue breve:
P: ¿Qué pregunta quisiera usted que yo le formulara?
R: Me gustaría que me preguntara qué pregunta quisiera yo que usted me
hiciera.
P: Muy bien, ¿qué pregunta quisiera usted que yo le formulara?
R: Vea. Le pediría por favor que no me hiciera esa pregunta.
Dicho esto, Ramos pegó media vuelta y se fue.
El testimonio —siempre dudoso — de Manuel Mandeb puede dejar en los
lectores de este informe la sensación de que Ramos era no mucho más que un
chusco. Pero debemos apresurarnos a recordar que éste era su primer reportaje.
Después fue progresando. Sus respuestas abarcaron los más diversos campos de la
inquietud intelectual. Opinó sobre tenis, pintura rupestre, ecología,
pedagogía, siembra de nabos, pelota vasca, ebanistería y carreras de caballos.
Sus enemigos lo acusan de contradictorio. Y es cierto. A una misma
pregunta, Ramos solía responder de manera opuesta, según la ocasión. Y hasta
podía darse el caso de que la misma pregunta le fuera formulada dos o más veces
en el mismo reportaje, encontrando en cada oportunidad una contestación
diferente.
Todos recuerdan el célebre reportaje que le hiciera el periodista
Carlos Marcucci, hace ya mucho tiempo. Marcucci solía preguntar varias veces la
misma cosa a sus entrevistados. No por pretender descubrir en ellos alguna
incoherencia, sino más bien porque era hombre de frágil memoria y no se
acordaba de lo que había hecho dos minutos antes.
Transcribo:
P: Ya que hablamos de tango, Ramos: ¿qué le parece Discépolo?
R: No me gusta Discépolo. Es un poeta que parece creer que todos los
demás son tan canallas como el santo. Fíjese: “La gente que es brutal cuando se
ensaña…”, “Perdoname si fui bueno…”, “Que el mundo fue y será una porquería…”.
Pero él siempre se salva. Él es el único puro y libre de pecado. Yo prefiero
mil veces a los pecadores tolerantes que a los virtuosos implacables.
P: Claro, ese tema nos lleva inevitablemente a hablar de Discépolo.
¿Qué piensa de él?
R: Sin duda se trata del poeta más importante que ha dado el tango. Y
no piense que voy a decirle esa estupidez según la cual las letras de Discépolo
son filosofía. Las letras de Discépolo son letras de tango. Filosofía es —sin
ir más lejos— la “Crítica de la Razón Pura” y de ningún modo el vals “Sueño de
juventud”.
P: Usted menciona la filosofía y esto trae a mi mente una figura de
nuestro tango: Enrique Santos Discépolo. ¿Qué opina usted de él?
R: Es interesante que me formule esa pregunta, pues debo decirle que me
la han hecho muchas veces en distintos reportajes, incluso en éste. Créame si
le digo que los tangos de Discépolo son como tratados de filosofía.
Adelmo Ramos tenía respuestas preparadas que, con todo desparpajo,
soltaba ante cualquier pregunta. Su atrayente teoría acerca de la falta de
mentores y maestros en la Argentina aparece en casi todos sus reportajes, aun
después de interrogantes tales como «¿Cuál es su escritor favorito?».
Las contestaciones eran, a veces, de una extensión desmesurada. Un
periodista de la revista estudiantil Hora Libre tuvo una vez la ocurrencia de
preguntarle cómo andaba. Ramos llevaba ya seis horas de exposición, cuando el
reportero huyó.
También —como es de suponer— tenía respuestas breves y hasta llegó a
contestar en verso, lo que no consiste ninguna novedad si se razona que la
payada no es otra cosa que un mutuo reportaje versificado.
Es necesario admitir que Ramos jamás fue demasiado perseguido por el
periodismo.
Tuvo épocas infecundas en las que pasaban meses y aun años sin que
nadie se acercara a interrogarlo. Adelmo Ramos afrontó con inteligencia tales
períodos y en algunas ocasiones llegó a contratar a periodistas sin trabajo
para que le hicieran preguntas. Algunos de ellos tenían la misión de abordarlo
en cualquier circunstancia y requerir su parecer acerca de las cuestiones más
imprevistas. Los hombres de Flores vieron muchas noches a individuos
prepotentes que, saliendo al paso de Ramos, le gritaban en la cara:
—¿Cuál es su peor defecto?
Cuando se le terminó el dinero para solventar a estos mercenarios,
Ramos trató de demostrar la absoluta inutilidad del periodista en los
reportajes. No era éste un criterio novedoso. Infinidad de pensadores han
afirmado que lo que interesa es la respuesta y no la pregunta. No obstante, es
innegable —y Ramos tuvo que aceptarlo — que el periodista es casi indispensable
cuando se trata de copiar a máquina el reportaje y tomar los recaudos técnicos
para su publicación.
Fue entonces cuando Ramos descubrió que podía prescindir de la difusión
de sus respuestas. Y así, sin periodistas ni testigos, tuvieron lugar sus
últimas realizaciones. Los Hombres Sensibles de Flores juran que en esos
reportajes, que se llevó el viento, están sus mejores logros. Esto se parece a
lo que decía Virgilio Expósito… «Cómo es mejor el verso aquel que no podemos
recordar».
Poco a poco el periodismo y la gente se fueron olvidando de Ramos.
Los Refutadores de Leyendas llegaron a postular que este personaje no
existió nunca y que toda su obra es el resultado del trabajo de muchos
contestadores que vivieron en tiempos diferentes. Como siempre, los Refutadores
destruyen una leyenda creando otra.
Hoy, cuando todo el mundo contesta preguntas sin tener la menor
autoridad para hacerlo, este columnista se ha creído en el caso de homenajear a
Adelmo Ramos.
Ojalá que esta nota despierte en algún joven la vocación insólita de la
respuesta artística. Entonces sabremos que los desvelos de Ramos no fueron
inútiles.
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