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Alejandro Dolina MAGIA El Mago Rizzuto no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo: golpeaba su galera con una varita azul, y luego esperaba que apareciera una paloma. Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.  Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, de donde casi siempre lo echaban a patadas. La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe con su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él no se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente. Durante largo tiempo  lo  acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba. Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando  le  llegó el turno, dio su clásico

El despecho, el odio, la abominación de los unitarios ante el fracaso, no conoció límites, y traspusieron la frontera argentina dispuestos a combatir desde el exterior, por todos los medios, la nueva situación creada. Y creada en verdad por ellos mismos, por su antipática presunción, por su falta de escrúpulos morales y su raro patriotismo, hueco, teór ico y declamador, en el que entraba por mucho el menosprecio de su propio país. J. L. Busaniche, prólogo a Juan Manuel de Rosas

Nosotros somos un organismo político roído por el fraude y la mentira.  Este país, según mis convicciones,  después de un estudio prolijo de nuestra historia, no ha votado nunca.   Han sido  los nuestros , pues, en gran medida, gobiernos de hecho. ( Joaquín V. González, febrero de 1912, Senado de la Nación )

El duque preguntó: ¿el uso de las armas procede del infortunio?  Confucio respondió:  ¿Cómo podrían proceder del infortunio?  Cuando los sabios movilizaron sus ejércitos fue para prohibir la crueldad y poner freno a los violentos en todo el mundo. Fueron los corruptos de generaciones posteriores quienes corrompieron la práctica de movilizar ejércitos, la emplearon para perjudicar al pueblo y pusieron en peligro al estado. (Dà Dài Lijì, Yòng bing 34,1,2)