SHAKESPEARE

Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada. (W. Shakespeare, Macbeth, acto V, escena V)

It is a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing.

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"(Entran tres brujas)

- ¿Cuándo volveremos a encontrarnos las tres, en el trueno, el relámpago y la lluvia?

- Será al ponerse el sol, cuando la batalla este ganada y perdida"

(Macbeth; acto I, escena I)

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... a vuestra edad aplaca la sangre sus ardores, volviéndose sumisa a la prudencia ...   (Hamlet a su madre)

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¡Ser o no ser: he aquí el problema! ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir; no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne!  ¡He aquí un término devotamente apetecible!  ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!...¡Tal vez soñar!  ¡Sí ahí está el obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida!  ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio!  Porque ¿Quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete?  ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar los males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y así los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esa consideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre da acción.”

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culta justificación para cuando estamos descorteses con los amigos:

 

CASIO. - Bruto: os observo de poco tiempo a esta parte: no hallo en vuestros ojos aquella gentileza y expresión de afecto a que estaba acostumbrado. Os manifestáis de un modo en extremo frío e impenetrable para con un amigo que os quiere.

 

BRUTO. - No os equivoquéis, Casio. Si mi aspecto se ha vuelto sombrío, el descontento de mi semblante sólo va contra mí. Desde hace algún tiempo estoy atormentado por pasiones contrarias, ideas que no conciernen sino a mí propio, que quizá hayan alterado un tanto mis maneras; pero no por eso se aflijan mis buenos amigos, entre los cuales os cuento, Casio, ni den otra interpretación a mi desvío, sino que el pobre Bruto, en guerra consigo mismo, olvida las muestras de afecto a los demás.

(Julio César - acto I escena II - /// W. Shakespeare)

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¡Mirad! ¡El vivificador del mundo, con marcha fatigosa, acaba de terminar en el ocaso su ardiente tarea diurna! El buho, heraldo de la noche, chilla; es ya muy tarde; los corderos han vuelto a su redil, los pájaros a su nido, y las nubes negras como el carbón que oscurecen la luz del cielo, nos incitan a partir y nos desean las buenas noches. 

(W.S., Venus y Adonis)

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El afán de todos tiende a mantener la existencia con honor, bienestar y dicha, en la edad del descenso; y para lograr este fin es preciso una lucha tan fértil en obstáculos, que exponemos un bien por todos, o todos los bienes por uno, como, por ejemplo, la vida por el honor en la furia de las crueles batallas; la honra por la riqueza, y a menudo esta propia riqeza entraña la muerte de todo, y todo es perdido a la vez. 

(W.S., La violación de Lucrecia)



César: Rodéame de hombres gruesos, hombres de cara lustrosa y tales que de noche duerman bien. He ahí a Casio, con su figura extenuada y hambrienta. Piensa demasiado, es peligroso.

Antonio: No le temas, César. Es un noble romano y de rectas intenciones.

César: ¡Le quisiera más gordo! Pero no le temo. Y sin embargo, si mi nombre fuera asequible al temor, no sé de hombre alguno a quien evitase tan pronto como a ese enjuto Casio. Lee mucho, es gran observador y penetra admirablemente en los motivos de las acciones humanas. Él no es amigo de los espectáculos como tú, Antonio, ni oye música. Rara vez sonríe, y cuando lo hace, es de manera que parece burlarse de sí mismo y desdeñar su humor, que pudo impulsarle a sonreir a cosa alguna. Semejantes hombres no sosiegan jamás mientras ven uno más grande que ellos, y son, por lo tanto, peligrosísimos. Te digo más bien lo que es de temer que lo que yo tema, pues siempre soy César. Colócate a mi derecha pues soy un poco sordo de este oído y dime francamente lo que piensas de él.

(W. Shakespeare, Julio César, acto I escena II)


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