EL DISIMULO DE LOS HOMBRES LOBO
Los viernes a la noche, los séptimos hijos varones de algunas familias de Flores se volvían lobizones. En un tiempo se originaban innumerables escándalos y episodios sangrientos.
Pero con los años, los lobizones aprendieron a amainar sus instintos, a cuidar sus modales y a maquillar sus hocicos repugnantes. La gente les fue perdiendo el miedo primero y el respeto después. Los muchachos del barrio lo corrían a pedradas y, en el mejor de los casos, se burlaban de los hombres lobo, rebautizándolos con apodos infamantes.
Una noche, hartos de recibir humillaciones, los monstruos semanales abandonaron todo recato y recorrieron el barrio pegando alaridos y lanzando tarascones al aire. Sin embargo ya era demasiado tarde. Habían perdido la autoridad que es indispensable para asustar. Nadie volvió a tomarlos en serio.
Hoy los lobizones se ocultan y se reúnen en locales secretos, recordando sus hazañas del pasado.
. . . rogale a Dios hornerito que no te pase lo mesmo.
(Canción de los horneros – A. Yupanqui)
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