MAQUIAVELO - romanos, fama y honor - guerra y paz
romanos, fama y honor
«. . . pues aunque los romanos eran aficionadísimos a la fama, no juzgaban deshonroso obedecer a quien antes habían mandado, y servir en el mismo ejército que anteriormente estaba a sus órdenes; cosa muy opuesta a las ideas, instituciones y costumbres de los ciudadanos en nuestros tiempos. En Venecia subsiste aún el error de desdeñar el ciudadano que ha desempeñado alto cargo cualquier otro inferior, consintiéndole la república que pueda rehusarlo. Esto será dignísimo para el particular, pero resulta inútil para el público. Porque mayor debe ser la esperanza de la república y más debe confiar en quien de un alto cargo desciende a desempeñar otro inferior, que en el que de uno de éstos pasa a otro de aquéllos. La aptitud de éste le será, por razón natural, dudosa, si no le ve rodeado de hombres de consideración y respeto, cuyos consejos moderen su autoridad y suplan su inexperiencia.»
N. Maquiavelo - Discurso sobre la primera década de Tito Livio
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EL PRÍNCIPE EN LA GUERRA Y LA PAZ
Un príncipe nunca debe apartar su pensamiento de las artes de la guerra. Aún en épocas de paz deberá ejercitarse en ellas con mayor tesón, incluso más que durante la guerra. Esto se puede hacer de dos maneras: a través de la acción o de la mente. Por lo que se refiere a la acción, además de poner atención en el orden y entrenamiento de sus soldados, es conveniente organizar frecuentes cacerías, con lo que su cuerpo se acostumbrará a toda clase de incomodidades, así tendrá también mayor conocimiento de la naturaleza en general: dónde se encuentran las montañas, los valles, por dónde se extienden las llanuras, se abren los ríos, pantanos y demás situaciones naturales. Todo esto le será muy provechoso y deberá poner gran empeño porque este conocimiento es útil en dos sentidos: en primer lugar se aprende a conocer el territorio propio y atender mejor a su defensa, además de que el conocimiento de la naturaleza nos permite explorar y comprender mejor cualquier otro terreno, porque las montañas, valles, llanuras que podemos encontrar, por ejemplo en la Toscana, seguramente son parecidos a los de otras regiones, por lo que el estudio de los accidentes de una provincia es muy útil para entender la naturaleza de otros lugares. El príncipe que carece de esta capacidad no tendrá la condición necesaria para ser un buen capitán, porque esta habilidad nos permite ubicar al enemigo, encontrar lugares de alojamiento adecuados, guiar a los ejércitos con seguridad, determinar las estrategias de batalla y atacar las ciudades con efectividad.
Se dice de Filipómenes, príncipe de los aqueos, además de muchas alabanzas que han expresado los historiadores acerca de él, que en tiempos de paz se preparaba con mucha diligencia en el arte de la guerra; frecuentemente se paseaba por el campo con sus compañeros y se detenía reflexivo diciendo: <<Si los enemigos estuvieran en esa colina y nosotros aquí con nuestro ejército, ¿de quién sería la ventaja? ¿Cómo podríamos ir a su encuentro y al mismo tiempo mantener el orden? Si quisiéramos retirarnos? ¿Qué tendríamos que hacer? Y si ellos fueron los que se retiraran, qué deberíamos hacer para perseguirlos?>>.
Y así, mientras paseaban, él iba planteando los hechos que pudieran presentarse durante la guerra... Escuchaba la opinión de sus amigos y exponía la suya, apoyándola con argumentos. Debido a estas especulaciones en el terreno, no se le hubiera podido presentar, al mando de sus ejércitos, problema alguno para el cual no encontrara solución.
Por lo que se refiere al ejercicio de la mente, es necesario que el príncipe lea libros de Historia, estudiándolos atentamente para descubrir en ellos las actitudes de los grandes hombres, cómo se han comportado en la guerra, reflexionar acerca de las causas de sus victorias y de sus derrotas, para poder evitar unas y propiciar otras, pero más que todo, como en el pasado ha hecho más de un hombre eminente, imitar a quienes han conseguido la fama y la gloria... Se dice que Alejandro Magno imitaba al gran Aquiles, César a Alejandro, Escipión a Ciro... Y cualquiera que lea a Jenofonte, que escribió la vida de Ciro reconocerá después en la visa de Escipión hasta qué grado la imitación lo llevó a la gloria y cómo en su castidad, afabilidad, humanidad y liberalidad, Escipión se adecuaba en todo a la vida de Ciro.
Así debe proceder todo príncipe y no confundir los tiempos de paz con los de ocio, sino esforzarse por conseguir un capital de experiencia del que pueda echar mano en tiempos de adversidad y se encuentre siempre preparado para resistir los cambios de la fortuna.
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