JONATHAN SWIFT - abogados
(Hay)
entre nosotros una asociación de hombres educados desde su juventud en el arte
de probar con palabras multiplicadas al efecto, que lo negro es blanco y lo blanco
negro, cobrando por esa actividad. Todo el resto de las gentes - dije - son
esclavas de esa asociación. Si, por ejemplo, mi vecino quiere mi vaca, paga a
un abogado para que este pruebe que aquel debe
entrar en posesión de ella. Yo tengo que pagar a otro abogado para defender mi
derecho, ya que va contra todas las reglas de la ley el que un hombre pueda
defenderse a sí mismo. Y en este caso, yo, legítimo propietario, me encuentro
en una doble desventaja: primera, que mi abogado, estando casi hecho desde su
cuna a defender la falsía, se halla del todo fuera de su elemento y al abogar
por la justicia, lo que es en su oficio antinatural, siempre lo hará con gran
torpeza cuando no de mal grado. La segunda desventaja es que mi abogado deberá
proceder con gran cautela para no ser reprendido por los jueces y aborrecido
por sus cofrades, acusándole de amenguar la práctica de la ley. Y, por tanto,
yo solo tengo dos medios para conservar mi vaca. El primero, sobornar al
abogado de mi adversario abonándole cantidad doble para que traicione a su
cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo medio es que mi
abogado haga aparecer mi causa tan injusta como pueda, asegurando que la vaca
pertenece a mi adversario. Y si esto se verifica con destreza, de cierto se
logrará el favor del tribunal.
Porque
ha de saber Vuestro Honor que los jueces son personas llamadas a decidir todas
las controversias sobre propiedades, así como las causas contra criminales, y
se les elige de entre los más hábiles abogados cuando estos se vuelven viejos y
perezosos, y de tal modo han luchado toda su vida contra la verdad y la equidad
que se hallan en fatal precisión de favorecer la opresión, el perjuicio y el
fraude, al punto que he visto a varios de ellos rehusar una cantidad
considerable por favorecer la justicia, en su temor de injuriar a la profesión
haciendo una cosa contrapuesta a la naturaleza de su oficio.
Es
máxima entre esos abogados que cualquier cosa que se haya hecho antes puede
volver a hacerse legalmente, y por consecuencia se toman especial cuidado en
anotar todas las decisiones anteriormente acordadas contra la justicia común y
la razón general del género humano. Tales decisiones, bajo el nombre de
precedentes, son argüidas por ellos como autoridades para justificar las más
inicuas opiniones y los jueces nunca dejan de fallar concordemente con ellas.
Cuando
abogan por alguna causa, evitan con toda precaución entrar en los méritos de la
misma, y en cambio, hablan alto, con violencia y fatigosamente, amplificando todas
las circunstancias que hacen al caso. Por ejemplo, en la circunstancia ya
mencionada, nunca se preocuparán de saber qué derecho alegamos a la vaca mi
vecino y yo, sino que querrán saber si la sobredicha vaca es negra o pinta, si
tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde pasta es redondo o
cuadrado, si se le ordeña en casa o fuera, que enfermedades ha sufrido y otras
cosas por el orden, después de lo cual consultan los precedentes, aplazan la
causa una vez tras otra, y a los diez, veinte o treinta años llegan a una
decisión.
Ha
de observarse, análogamente, que esa asociación posee una jerga peculiar, no
comprendida por otro mortal alguno, y en ella están escritas todas sus leyes,
que ellos ponen especial esfuerzo en multiplicar, de manera que han acabado
confundiendo la misma esencia de lo verdadero y lo falso, de lo justo y lo
injusto, al extremo de que les llevaría treinta años decidir si el campo que me
han dejado seis generaciones de mis antecesores me pertenece a mi o a un
extraño que reside a 300 millas de él.
En
los procesos de personas acusadas de crímenes contra el Estado, el método es
mucho más breve y laudable, ya que el juez sondea primero la opinión de los que
se hallan en el Poder y luego ahorca o salva a un criminal, siempre observando
estrictamente las formas legales.
Viajes de Gulliver - IV - Viaje al país de los houyhnhnms -
capítulo V
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